Imagen de portada: Anónimo, Plano topográfico de la Barra de Tampico, 1823, Instituto Nacional de Antropología e Historia, México.
Por Josué Iván Picazo Baños
Hoy, 12 de abril, conmemoramos 197 años de la fundación de Tampico. Aunque tradicionalmente los tampiqueños junto con los altamirenses celebramos esta fecha en las calles del centro histórico, debido a la emergencia sanitaria provocada por la pandemia de covid-19, este año no pudo realizarse el desfile de carretas ni tampoco la sesión conjunta de los cabildos de Tampico y Altamira. Las circunstancias actuales nos obligan a postergar el festejo; pero, aún a distancia y en lo particular, podemos acudir a la memoria histórica y a las diversas reflexiones que genera.
Al respecto, cabe preguntarnos: ¿Qué significa hoy ser tampiqueño? ¿Cómo es habitar, en el siglo XXI, este Tampico que es a la vez urbano y portuario, moderno y antiguo? ¿Sentimos algún tipo de conexión con las personas que antes habitaron estas tierras?
Conviene recordar que el nombre de Tampico ha estado presente en diversas poblaciones de esta región desde la antigüedad. Tampico ha sido muchos tampicos y, sin afanes localistas, podemos decir que todos aquellos pueblos y proyectos —los de antes y los de ahora—, todas aquellas gentes y sus intenciones, luchas y sueños, todos nuestros anhelos, causas y conflictos se juntan en el cauce del tiempo y fluyen hasta el presente: aquellos tampicos y nuestra ciudad actual, aquellas gentes y los tampiqueños actuales somos aguas del mismo río.
Según los mitos que los nahuas contaron a los cronistas españoles, los huaxtecas o huastecos llegaron a esta región navegando por el mar, para luego continuar una serie de peregrinaciones míticas. Los arqueólogos estiman que los primeros pobladores, quizá pertenecientes a grupos mayas, arribaron a la cuenca del río Pánuco hacia el 1500 a. n. e.[1] En los siglos siguientes, en la región se asentarían y desarrollarían numerosos señoríos. Escasean los vestigios de muchos de estos poblados huastecos, entre los cuales debió encontrarse el Tampico más antiguo.
Durante la época virreinal, las márgenes del Pánuco y su desembocadura en el Golfo de México representaron una zona de gran interés para el proyecto de colonización. Sin embargo, consolidar dicho proyecto requirió mucho tiempo, esfuerzo y vidas humanas. Los habitantes de aquel Tampico colonial, fundado por el evangelizador fray Andrés de Olmos en 1554, no solo habrían de enfrentarse a los rigores de la naturaleza y el clima de la región, sino también a los constantes ataques de los grupos nómadas del norte y al saqueo de los piratas europeos.
Por todo ello, por la necesidad de sobrevivir y buscar un mejor porvenir, como presencia trashumante, como el espíritu de una población, Tampico se trasladó a donde quiera que fueran sus habitantes y aún hoy existen nuestras ciudades hermanas —¿o será mejor decir ciudades-abuelas?— el Pueblo Viejo de Tampico y Tampico Alto.
Al recordar los acontecimientos que dieron lugar a la fundación del Tampico actual, se debe tomar en cuenta que en la margen sur del Pánuco ya existía un puerto, el de Pueblo Viejo, que había resurgido a finales del siglo XVIII. Para 1823, Pueblo Viejo había ganando cierta importancia, pues la guerra de Independencia dificultaba la operación del puerto de Veracruz, el más importante del Golfo de México.
También hay que recordar que, algunos kilómetros al norte, la villa de Altamira se había vuelto próspera gracias a la ganadería, la pesca y la producción de sal, entre otras actividades, y se había convertido en un sitio estratégico desde el cual se distribuían mercancías a toda la Huasteca. Esta situación —el auge comercial de Altamira y el creciente tráfico portuario en Pueblo Viejo— provocaría una pugna entre ambas poblaciones, ya que Altamira deseaba contar con una aduana para facilitar —y abaratar— las operaciones comerciales, mientras que Pueblo Viejo temía ser opacado por un nuevo puerto.
En abril de 1823, los habitantes de Altamira aprovecharon una situación que favorecería el proyecto de su aduana: la presencia del general Antonio López de Santa Anna. Por aquellos días, México convulsionaba debido a la abdicación de Agustín de Iturbide, quien se había proclamado emperador luego de consumada la Independencia. Entre los personajes que se habían revelado en contra de Iturbide y pronunciado a favor de la república se encontraba Santa Anna.
Proveniente de Veracruz con rumbo a San Luis Potosí, Santa Anna desembarcó a fines de marzo en Pueblo Viejo; iba al frente de quinientos hombres y algunos cañones.[2] Luego, se trasladó a Altamira. Allí, el 5 de abril de 1823 una comisión del ayuntamiento, cuyo presidente era don Juan de Villatoro, hizo saber a Santa Anna la necesidad de establecer una aduana en la margen norte del Pánuco, «en una posición la más ventajosa así para el tráfico mercantil como para la salubridad de sus habitantes».[3] No era la primera vez que Altamira buscaba la aprobación de las autoridades para establecer un nuevo puerto. Un año antes, el ayuntamiento de Altamira había acudido a Manuel Gómez Pedraza, entonces comandante general de la Huasteca, quien decidió que la aduana debía permanecer en Pueblo Viejo.[4]
Pero la suerte iba a cambiar para Altamira. El 7 de abril, el ayuntamiento recibió de Santa Anna la ansiada autorización, aunque temporal, en tanto se obtenía la aprobación del Supremo Gobierno. Con el respaldo del caudillo, los de Altamira pusieron en marcha la ejecución de su proyecto y, como muestra de agradecimiento —y de fino tacto político— ofrecieron nombrar a la nueva población Santa Anna de Tampico. A la sazón, Santa Anna se convertirá en un importante personaje para la vida nacional aunque su historia estará llena de claroscuros. Por esta misma razón, el pueblo originalmente llamado Santa Anna de Tampico luego pasará a llamarse Santa Anna de Tamaulipas, más tarde Tampico de Tamaulipas y, finalmente, Tampico, como en la actualidad.
Cápsula sobre los hechos fundamentales que, a principios del siglo XIX, motivaron que se fundara una nueva población en la margen norte del río Pánuco.
Hoy conmemoramos los hechos del 12 de abril de 1823, cuando las autoridades de Altamira y los primeros cincuenta y seis pobladores de Tampico se trasladaron desde aquella villa para llegar a un paraje al que llamaban el Alto de Tampico el Viejo. Efectivamente, aquel paraje era un terreno ubicado sobre una especie de loma alargada que corría paralela al cauce del Tamesí y del Pánuco, ríos que unían sus aguas a poca distancia, en el lugar que hoy conocemos como La Puntilla. El trazo de la población que hoy es Tampico comenzó desde el sitio llamado «el barranco». Ese punto, mejor conocido años después como el Barranco de los Alemanes, es el mismo donde hoy se encuentra el cruce de las calles Cristóbal Colón y Héroes del Cañonero Tampico.
El nuevo Tampico no tuvo más que dieciocho manzanas y dos plazas, la plaza Mayor y la del Muelle, que hoy son la plaza de Armas y la de la Libertad. Aquella pequeña población cuyo trazo estaba limitado al sur por la margen del río y al norte por la calle Altamira, habría de convertirse en un pujante puerto de altura que ya para 1824 recibía embarcaciones estadounidenses.[5] A lo largo del siglo XIX y hasta principios del XX, el puerto enfrentaría amenazas constantes de fuerzas extranjeras e incluso tendría un papel protagónico en la industria petrolera mundial. Ya en la época contemporánea, Tampico se consolidaría como un polo de desarrollo económico para la Huasteca.
Recordar la fundación de la ciudad nos obliga también a recordar a los miles de humanos que a lo largo de los siglos han tratado de sobrevivir en este sitio del Golfo de México, trabajando y transformando la naturaleza, que migraron desde muchas comunidades de la Huasteca o del interior del país con la esperanza de un mejor porvenir, que llegaron desde tierras lejanas, quizá del otro lado del océano, y buscaron arraigarse, los miles de habitantes que hoy tiene Tampico y su zona conurbada y que luchan por sobreponerse a las situaciones adversas, que buscan ser felices.
El día de hoy, la visión de nuestro pasado debe servirnos también para reflexionar sobre el presente y trabajar por el porvenir. ¿Contribuiremos nosotros, los tampiqueños del siglo XXI, a construir una ciudad más justa, próspera, solidaria, más humana que lo que lograron los tampiqueños del pasado?
Aunque la situación por la que hoy atraviesa nuestra ciudad nos provoque angustia, debemos recordar que a lo largo de la historia, los tampiqueños se han sobrepuesto a la adversidad: conflictos armados, crisis sociales y económicas, epidemias, desastres naturales, el azote de la delincuencia… Queda claro que Tampico es un pueblo resiliente que hoy nuevamente enfrenta el reto de unirse por el bienestar de todos. Celebremos entonces a Tampico, pero, sobre todo, celebremos a su gente.
Domingo 12 de abril de 2020.
Con apoyo de la Secretaría de Cultura de Tampico, se realizó una versión en video del texto aquí publicado.
NOTAS:
- Guy Stresser-Péan, «La Huasteca: historia y cultura», Arqueología Mexicana, núm. 79, arqueologiamexicana.mx/mexico-antiguo/la-huasteca-historia-y-cultura. Consultado el 7 de abril de 2020.
- Joaquín Meade, La Huasteca tamaulipeca, tomo II, Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Autónoma de Tamaulipas, Editorial Jus, Ciudad Victoria, 1978, p. 29.
- Ayuntamiento de Tampico, Acta de fundación de la ciudad de Tampico de Tamaulipas y asignación de egidos a la misma, Oficina Tipográfica del Gobierno, Ciudad Victoria, 1898, p. 4, Fondos Documentales Históricos Joaquín Meade del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Autónoma de Tamaulipas, iih.uat.edu.mx/forndo1_archivos/FONDOS%20DOCUMENTALES/Libros%20en%20linea/ACTA%20DE%20FUNDACION%20DE%20TAMPICO/Acta%20de%20fundaci%C3%B3n%20de%20la%20ciudad%20de%20Tampico%20de%20Tamaulipas%201898%20-%20contrase%C3%B1a.pdf.
- Cfr. Joaquín Meade, op. cit., pp. 24 y 30.
- María del Pilar Sánchez Gómez, Proyección Histórica de Tampico. Monografía, segunda ed., Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Autónoma de Tamaulipas, Ciudad Victoria, 1998, p. 47.